8/06/2006

La Revolución del 25 de Abril

La Revolución del 25 de Abril de1974 trajo, en primer lugar, por lo que se refiere al respeto por el cine y a la obra creativa, la abolición de la censura. Al tiempo que se permitió la exhibición de innumerables películas extranjeras que con anterioridad era imposible verlas en Portugal, se estrenaron algunas de las producciones nacionales prohibidas en el país por la Censura, como Sofía y la Educación Sexual de Eduardo Geada, El Mal-amado de Fernando Matos Silva, o India de Antonio Faria. Una casualidad y, sobre todo una premonición, marcaría la película de 1972, realizada por Alberto Seixas Santos, Blandas costumbres, en la que se traza el paralelismo entre una familia pequeño burguesa y la historia de Portugal durante el régimen del Estado Nuevo, sugiriéndose al final que las Fuerzas Armadas harían una revolución.
En un periodo caracterizado por los filmes de carácter revolucionario o hasta panfletario, con títulos que reflejaban el momento historórico en que fueron rodados (Las armas y el Pueblo, Adiós, Hasta mi regreso, Dios-Patria-Autoridad, El funeral del Patrón, etc.) el realizador Manoel de Oliveira marcaría una vez más las diferencias al presentar una adaptación de una pieza del escritor José Regio, Benilde o la Virgen-Madre, cuyo tema es el embarazo de una joven del Alentejo, atribuida a una causa sobrenatural. La película, con una puesta en escena aparentemente más teatral que cinematográfica, no se convirtió en su trabajo más polémico hasta el momento debido a que tres años más tarde , en 1978, la RTP (Radio Televisão Portuguesa) emitió por capítulos la adaptación hecha por de Oliveira de la novela Amor de perdición del escritor Romántico Camilo Castelo-Branco. Su respeto por el texto original fue tal que, dado el gran peso literario, desagradó a la mayor parte de los telespectadores, habituados a los contenidos más visuales y naturalistas de las producciones elaboradas para la pequeña pantalla.




La polémica se instaló entre el público y entre los críticos, unos defendiendo la originalidad del proyecto y acentuando que se había creado en términos cinematográficos, y otros manteniendo que una película nunca puede tener como aparente personaje principal la voz de un narrador.
El hecho fue, que las nuevas producciones, liberadas ya de la criba de la censura, cada vez tenían menos espectadores. Era evidente que los directores, acostumbrados al uso de un estilo hermético y cargado de simbolismos, no eran capaces de usar un lenguaje verbal y visual más claro e inmediato.

El actor-realizador Artur Semedo (1925-2001) intenta, con algún éxito, el camino de la comedia con O Rei das Berlengas (1978), una visión irónica de la relación entre Portugal y su historia, en la que sobresale la interpretación extraordinaria de uno de los mayores actores portugueses del siglo XX, Mario Viegas (1948-1996). La reconciliación, si bien nunca llega a ser definitiva, del público portugués con su cine tendría lugar al inicio de los 80 cuando directores como José Fonseca e Costa (Kilas, o Mau da Fita), Lauro António (Manhã Submersa), Luís Galvão Telles (A Vida é Bela?) ou António-Pedro Vasconcellos (O Lugar do Morto) optan, sin hacer concesiones en términos de lo que consideran calidad cinematográfica, por buscar un lenguaje cinematográfico más cercano al público, en el que la trama sea comprendida sin dificultad y las interpretaciones se basen en la naturalidad de los actores a fin de hacer las situaciones creibles. El sitio del muerto (O lugar do morto), cuya finalización peligró, acabó por convertirse en uno de los mayores éxitos del cine portugués.




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